viernes, 12 de junio de 2009
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Demonios de Otro Reino / Demons From Another Kingdom
No todo está perdido y nosotros también
Mauricio Torres Paredes
Los discursos se construyen, de una u otra forma, desde la elevación hegemónica que se instala por medio de una cultura dominante, que a nivel simbólico, instala supuestos racionales generadores de objetividad.
La complejidad que sitúa a la poesía hoy por hoy desde un discurso menor, alejado de las condicionalidades tradicionales que en antaño se habían configurado, y las cuales suponían a la poesía como palabra, lenguaje y designio elevado, admite entender que ya no se encuentra en el lugar sitiado de antaño.
La poesía, simulando un cuerpo inoperante y desgastado en su transitar, vigilado por la decadencia capitalistica accionadora de deseo y consumo, acallada por la virtualidad globalizadora de multi-tecnologías generadoras de ficción, finge su desmoronamiento. Si nació en la mismisidad del hombre-bestia, se enorgullece de descansar por algún momento de la bestia-hombre.
Es así como los poetas corrientes y debilitados, como sus incondicionales los vampiros, con los cuales nacieron de la misma fase orgánica, dolida y atormentada, conjeturan un devenir esquizoide en el cual los discursos del caos desemejantes, supondrán inacabados restos de palabras, posibilitando a estos despojarse de su oprimida condición tradicionalista. Tal nos dijera un escriba como Nietzsche, transformados he visto ya a los poetas, y con la mirada dirigida contra ellos mismos. Penitentes del espíritu los he visto venir: han surgido de los poetas.
En estos momentos Leonor Dinamarca nos afirma desde la sanción más elemental del control, que la poesía es profecía. Adentrémonos en esta afirmación. Si bien la poesía se desplaza condicionada bajo el alero de la piedad, ocupando los sentidos como dispositivo del sentir, la poesía sería la posibilidad de permitirse desde la palabra, disponerse desde lo figurativo. Sin embargo en este no figurar de la poesía en un espíritu hipermodernizado, la instalaría convenida a ser desmitificada. La palabra no nos sirve sino para aproximarnos a la duda, a la curiosidad, esa sería la disposición del plano profético, lo étero-profético, utilizando la caja de herramientas, según Foucault, de la cual cada uno dispone.
Que es la vida, el destino, los sexos, el compromiso, el alma, los tatuajes, los piojos, las manos, los perros, el natre, la imagen, el dolor, sino especulaciones utilizadas para lograrnos identificar. Si bien lo absoluto quedó recostado bajo el cuerpo de algún ángel de la guarda que se cansó de su labor inoperante remplazado por la industria holivudense, como quién remplaza a un futbolista por no disponer de raiting. Da la idea de que la profecía hoy es otra.
Si tensionamos y colocamos en tela de juicio los mega-relatos en su totalidad, desde la caída de las ideologías hasta la muerte de Dios ¿quién se atrevería a dislocar, descomponer, alterar, encriptar a la palabra, el verso, la noción de designar y los sentidos que esta tiene? Comencemos por quienes supuestamente la conocen y la comprenden. El lector.
Posibilitar encontrar en la profecía una disposición sencilla, en momentos que la palabra es un vehículo de ilusión accionadora de goce, viabiliza decontruirla a imagen y semejanza de la bestia, o sea de nosotros, entendiendo como nosotros la cantidad de lamíados que en otro momento histórico objetivaríamos como noción.
Este nuevo poemario de Leonor Dinamarca,
miércoles, 5 de noviembre de 2008
DIABOLUS IN MUSICA
Pero como me dijo un poeta hace algún tiempo, en el génesis bíblico, no es el hermano Abel quien proyecta la historia, ni la humanidad, sino es el marcado, el que sufre y escapa de la voz de Dios.
Es Caín el oscuro, quien sostiene la raza a la que pertenecemos todos nosotros. Y no solo nos hemos dado cuenta de que no existen los dioses y Dios, sino también marcianos y extraterrestres, la piel sobreviviente de Caín y su aullido desgarrado y delirante en la planicie del desierto, construyeron la oportunidad de que nosotros, sus hijos, imitásemos sus bramidos, recreándolos con la música.
No es fácil escribir desde la oscuridad, entender como el dolor se impulsa descarado y sin la menor intención de detenerse, no es fácil escribir en la oscuridad y menos desde la pretensión revelada de lo tenebroso, en esos momentos no existe el silencio, existe la impaciencia, el repudio, el aborrecimiento de tener la virtud de escuchar los lamentos y transformarlos en cadencia.
Este es el primer atentado que ahoga el espíritu poético de Leonor.Es de esas mismas tinieblas de donde la poesía de Leonor Dinamarca, fluye insurrecta, sublevada. "Su corazón es un laúd colgado, no bien lo tocan, resuena"(1) como hoja de papel que se arruga, que se marca, como se marca el delicioso cuerpo de un adolescente. Bella la sonoridad de su poética, de osada indecencia, caracterizada por la pérdida de la luz:"Invocando maldiciones perdidas/…pronunciando el latín/ como lengua prohibida…/ Ahora comprendo tus pasos/ la luz de la luna sobre tus ojos/ y tu maligna sonrisa".¡Entorpecedor!
El nuevo libro de nuestra poeta, titulado DIABOLUS IN MUSICA es un poemario que subyace en el oscuro temor al otro, al que participa de nuestra vida, que comparte realidades tradicionalmente oblicuas y que existe en el adorno poco probable de la virtud. Las máscaras de las cuales todos tenemos la oportunidad de hacer uso, se amoldan a la sintonía espiritual que fluye de nuestra alma, pero sin embargo, estamos claro que aquellos que utilizan caretas sosegadas, son por los cuales la maldad se enraíza violenta y cruelmente.
La poeta Leonor Dinamarca nos quiere ocupar de testigos de su incólume música poética y no es el Diabulus incestuoso quien se proclama en sus letras y versos, más bien, la imagen modernamente paganizada de la música incidental, de una leyenda carente de antagonista. Si no existe la luz tampoco las tinieblas y como solución a esos mega relatos, es el amor y el desamor quién asume el control de las palabras en crisis, como el individuo asume el asesinato de la imagen y la semejanza.
"El músico/ tiene el bien y el mal/ en sus ojos./ Cierto día los dioses/ quisieron arrebatarle/ la mirada,/ pero no sabían/ que él era un brujo/ capaz de ver/ el destino/ sin necesidad de sus ojos."
El músico indolente, capas de arrebatar las palabras y los versos y las metáforas a la poeta, atrevida imagen ruin de las soledades, de los perdidos en el desierto, que tiene el descaro de aun reír. Esto hace que Leonor Dinamarca se ate y se desate el corazón, de un oxidado alambre de púas, que obstaculiza la sangre necesaria para escupir en agonía.Su poesía es un réquiem de la muerte, en su primer libro METAFORAS NEGRAS y en su segundo MAEROR DEMENS se sumerge el verso en la oscuridad del dolor, pero es en DIABOLUS IN MUSICA donde soluciona el descaro de la mortalidad del amor, como ella misma dice "Sin la mínima piedad por los deseos".
"Saquen esta soledad tan exquisita./ Mi evasión constante en cada pueblo./ Mi nefasta forma de entregarme./ Mi virginidad perdida en otro tiempo./ Arranquen de mí/ este calvario."En síntesis, Leonor Dinamarca, poeta singular y alcanzada en este ejemplo de sencillez profana y divina que se titula DIABOLUS IN MUSICA compendio de papel, tinta, maquinas y lograda poesía, nos simplifica la adornada realidad desde su profundo decir."El pacto era simple/ Cómo acercar a un caído/ y volverle al rebaño/ Cómo acercar a un demonio/ y recordarle su nombre y sus manos/ El pacto era simple/ La consumación/ Hombre y mujer/ perdidos/ buscando la paz y el encanto/ Un demonio buscando la música."Como planteaba Lao Tse desde el hemisferio de lo perpetuo "
Todo el mundo toma el bien por el bien, y por eso conocen qué es el mal." La oportunidad de lograr dar cuenta de la existencia de la total realidad, sea cual sea y pese al costo que se pague, es esencia genética y espiritual de la poesía y es precisamente la búsqueda que realiza nuestra autora. No todo puede ser bellaza y virtud, como lo explica Dante "No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria.
MAEROR DEMENS
La “claridad antipoética” habita no obstante en estos poemas rítmicos y de relativamente fácil lectura. Tal vez el lirismo del texto vela de alguna forma la dirección clara de la propuesta (que enfila una experiencia personal hacia sistemas herméticos) y el erotismo marcado no se esfuerza por ser algo diferente a “la” poesía.
Aquí se admite la existencia del “ fuego eterno ” en su “ recuerdo ” presumiendo quizá que la memoria recuerda los orígenes bíblicos o ancestrales, sistemas e idiosincrasias y que esa tal vez fuera una memoria acorde con nuestro proceso. Hacer “uso” de Lucifer transforma el espacio en contradicción tensa.
Una población de escritores respira aquí, sólo para nombrar algunos: Lautreamont, Baudelaire, Marx, Neruda, Lorca, Pizarnik, J.L.Martinez, Kafka, Gomez-Correa, Rodrigo Verdugo, Gustavo Osorio o Stella Díaz Varín. Hay que subrayar la palabra experiencia que necesariamente remite a lo simbólico.
Y aquí habla lo más prohibido - no asesinato o vejamen - sino la luz: La mujer toma la palabra en “Maeror Demens” declarando su amor en forma desesperada transitando por el paradigma “ Yo soy la Vigilia ” de nuestra querida poeta Stella Díaz Varín. Leonor es aquella que sueña vecinos, astros, agua pura… Presume las llaves aunque en verdad el texto no logra (o no quiere) demostrarlo. Estos poemas son asesinatos fugaces, asesinatos de la “imagen del mundo”. Debemos sangrar, sea en la cruz o en el matadero. Ante la poesía de Leonor cabe exclamar ”¡Sálvese quien pueda!”.
La poesía de Leonor Dinamarca es erótico - simbólica y arquetípica. La mujer se hace parte de un plan cósmico. Un poema especialmente enigmático de este libro es “ En ese cerebro ” donde el macho en cuestión puede ser “ asesino ”, ” convaleciente ”, ” celoso ” o en su defecto “ UNO ”. O sea, somos “Divinos” o “lascivos”, y pareciera que los niveles intermedios sólo prestan piso a los iniciados por el dolor de no percibirlos. Es un asunto de pasar de la santidad al hambre erótico en velocidades horrorosas.
Y la poesía piensa a Leonor, la busca, la desgarra… Pasan siluetas negras por la propuesta de amor, rugiendo los huesos bajo una luna de sangre. La poeta ha jugado con el amor y el amor la atrapa. Su poesía es un ejercicio de resurrección desafiando los métodos oficiales. Nos propone “ Me hice silencio, me hice poesía.” Dejemos a Leonor en la oscuridad o sumida en su MAEROR DEMENS.
Metáforas Negras
Actualmente se encuentra terminando su libro “Todas las mentiras del mundo” y participando como poetisa invitada en los conciertos de música acústica experimental del grupo Bachelor.
Poseedora de una voz poderosa y convincente, en esta antología vemos como la autora describe su situación como una figura ex – céntrica, desterrada por propia voluntad del mundo de los poetas (ya que serlo para ella “es la máxima mentira del idioma”). No le alcanzan ni las ganas ni el tiempo para pertenecer a esa cofradía de seres inútiles, malditos y que incluso ni siquiera existen, así que opta en principio por ser cualquier cosa que los demás deseen, menos poesía.
Esta actitud que podría entenderse de buenas a primeras como una suerte de hueco nihilismo, irrumpe con fuerza y convence. Declamando con furia y casi con desesperanza, advirtiendo contra una condición que no siente realmente propia, la autora juega con la posibilidad cierta que la poesía sea un lenguaje que cambie al mundo o al menos lo represente en toda su crudeza.
Quizás sólo sea para ella una condición crónica que debe sobrellevarse de la mejor manera, en este caso hacer poesía casi parece una enfermedad obsesiva y delirante. Luego de los cinco primeros poemas, donde se exponen los problemas severos que existen entre la autora y el mundo poético, con todas las contradicciones que existen con un mundo que no parece tener presencia, a partir del poema VI comienza un deslizar lento hacía sí misma como una figura herida y destrozada (¿ porque otra cosa sino por el sempiterno amor?), condición que grita en el poema XI, donde la poesía, además de todos sus atributos narrados anteriormente, se nos presenta como la mejor de las venganzas y de los recuerdos. El sentimiento de desolación y amargura ante este acontecimiento, que no se quiere entregar a la nada, se arrastra por todos los poemas siguientes hasta el poema XXIII donde se deja (pero no se olvida) el sentimiento de desamparo y el dolor que se siente en todo el cuerpo (en especial en las entrañas, como saben los que lo han experimentado, yo ya no me acuerdo) y se comienza a vislumbrar brevemente el rostro y la presencia tras la figura ex céntrica “que no va con la decoración principal ni con los usuales modos ajenos”. A ratos grandilocuente (cosa que se nota de forma magnifica en el ultimo poema de la antología: “Credo”) Leonor Dinamarca se nos revela al final tal como se siente, tal como lo ha narrado a lo largo de su doble Via Crucis, nos muestra sus heridas, sus cicatrices y sus eternos problemas con el mundo intangible de la poesía, dejando siempre un resquicio para alegar inocencia y para continuar escribiendo obsesiones.
Una antología, a mi gusto, notable por llevar hasta sus últimas consecuencias un estilo literario único en Chile y que sigue de manera más que digna la senda de los mal llamados “poetas malditos”.